domingo, 25 de marzo de 2012

"O noso toxo"

¿No os llama la atención que una planta tan espinosa como ésta tenga una flor tan bella?

sábado, 24 de marzo de 2012

“Hací lo que me dijiste, pero no quería hacerlo”; 2012, marzo


Últimamente María está pasando por una etapa muy marcada de oposición. Es normal dado el momento de desarrollo en que está, pero la verdad, resulta un poco cansado el ver como se opone por sistema, rechazando a veces cosas que sabemos con certeza le gustan.

Hace unos días, un tanto desesperadilla ya por tanta oposición y rebeldía, leí ávidamente el artículo de Babycenter recogido en la anterior entrada. Tenía que ir a buscarla al colegio y allá me fui, dispuesta a poner en práctica lo leído y a no perder la paciencia pasase lo que pasase…
El recorrido del colegio a casa, que lleva normalmente veinticinco minutos andando, nos llevó una hora: María se paraba en todos los escaparates, con cualquier cosita que veía en el suelo, con las plantas de los jardines, se quedaba mirando la gente que pasaba, etc., etc. Aún así, decidí llevarla un rato a un parque situado al lado de casa. Cuando estábamos llegando, empezaba a oscurecer y a hacer un poco de frío, por lo que le pedí que  se pusiese la chaqueta. Inmediatamente se fijó en los niños que no tenían chaquetas. Yo le señalé que había niños que sí estaban abrigados y, que si no se abrigaba, teníamos que irnos para casa porque hacía frío. Se puso la chaqueta a regañadientes y un instante después, se tumbó en el suelo boca abajo. Me quedé perpleja, pero no le dije nada; siguiendo en mi intento por poner en práctica lo leído, esperé a que se levantara y cuando ya lo había hecho, le pregunté por qué se había tumbado así. Su respuesta fue: “Porque “hací” (hice)  lo que me dijiste, pero no quería hacerlo”…
Un poquito más tarde, cuando le dije que era hora de irse para casa, volvió a acostarse en el suelo boca abajo… Esta vez se tumbó sobre tierra… De nuevo, me quedé callada sin decirle nada y esperé a que se incorporase… Se levantó con la cara manchada y escupiendo tierra… Me contuve para no reñirle, y simplemente le expliqué que eso era lo que pasaba si se tiraba así en el suelo…

No ha vuelto a tirarse boca abajo y con la boca abierta, (aunque sí de otras formas). Demostrado: Esta niña ha heredado toda la terquedad de sus padres…

Niños desobedientes


Últimamente, María está bastante rebelde. Hay mucha información en la web sobre el tema: En la página de Babycenter encontramos este artículo que a nosotros nos ha ayudado a "lidiar" mejor y sobre todo, a entender mejor, lo que le pasa...

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Por qué los niños de 3 y 4 años desobedecen a sus padres

Tu hijo se niega a irse de casa de su amiguito, te ignora cuando le pides que guarde sus juguetes y tira sus cochecitos por las escaleras a pesar de que le has pedido muchas veces que no lo haga. ¿Por qué es tan rebelde?

Ahora depende menos de ti que cuando era más pequeño y tiene un sentido de la identidad más fuerte. Por eso se muestra más rebelde. También está aprendiendo a controlar sus impulsos, lo cual toma tiempo y paciencia.

Cómo puedes corregir a un niño desobediente

Sé comprensiva. Cuando le pidas que entre a comer y te grite: “¡Ahora no!” y luego se ponga a llorar cuando le obligues a entrar en la casa de todos modos, intenta ponerte en su lugar. Abrázalo y asegúrale que entiendes lo difícil que es dejar a sus amigos, pero que la comida ya está preparada.

Se trata de demostrarle que, en realidad, estás de su lado. Procura no enfadarte (aunque los vecinos se queden mirando el espectáculo). Sé amable pero firme y hazlo entrar en casa cuando le toque hacerlo.

Establece límites. Los niños de esta edad necesitan, e incluso quieren, límites. Establécelos y asegúrate de que tu hijo sabe cuáles son. Díselo con claridad: “No se pega. Si estás enfadado, utiliza palabras para decirle a José que quieres que te devuelva el juguete”, o “Recuerda, siempre tienes que darme la mano en la calle”.

Si tu hijo pequeño tiene problemas a la hora de seguir las reglas (como todos los niños de esta edad), procura encontrar soluciones. Si pega a su hermanita porque se siente dejado de lado, por ejemplo, ayúdalo a dar de comer o bañar al bebé y luego encuentra la manera de que pase tiempo a solas contigo. Si se levanta de la cama porque tiene miedo de la oscuridad, dale una linterna para que la tenga junto a su cama.

Refuerza el buen comportamiento. En lugar de fijarte en el comportamiento de tu hijo sólo cuando se porta mal, procura señalar también aquellas ocasiones en que actúa de manera apropiada. Un sencillo “Gracias por colgar tu abrigo” o “Me ayudas mucho cuando compartes tus juguetes con tu hermana pequeña”, lo motivará a repetir su buen comportamiento.

Y aunque es posible que te sientas tentada de darle una regañina cuando su comportamiento no sea el más deseable, muérdete la lengua. Cuando un niño se porta mal, ya se siente mal. Hacerle sentir peor sólo provoca más comportamiento negativo. Mantén la calma y sé un buen ejemplo para él.

Recuerda también que disciplinar a tu hijo no significa controlarlo, significa enseñarle a controlarse a sí mismo. Si lo castigas, quizá consigas que se comporte, pero sólo porque teme no hacerlo. Es mejor para tu hijo hacer lo correcto porque quiere hacerlo, porque hace que el día sea más divertido o porque le hace sentir bien.

Usa bien el tiempo de castigo o “tiempo para pensar” (time-out). Cuando tu hijo está a punto de perder el control porque no se sale con la suya, ayúdalo a calmarse. En lugar de mandarlo a su cuarto, siéntalo en un cómodo sofá o en un rincón favorito de su habitación.

Quizá le guste crear un “rincón para calmarse”, en el que haya una gran almohada, una manta suavecito e incluso algunos libros favoritos.

Si aun así se niega a quedarse allí, retírate tú unos pocos minutos a un lugar tranquilo, como tu dormitorio, para calmarte también. No sólo le darás un buen ejemplo, sino que obtendrás un descanso. Cuando los dos os sintáis mejor, será el momento de hablar del comportamiento apropiado.

Ayuda a tu hijo a tener confianza en sí mismo. Cuando le das oportunidades para que haga sus propias elecciones, le permites ser más independiente dentro de un entorno controlado. En lugar de decirle que se ponga los vaqueros que tú le has escogido, por ejemplo, déjale que escoja entre los dos pares que has seleccionado previamente. Pregúntale si quiere comer guisantes o judías verdes con la cena y qué cuento quiere leer por la noche.

Otra manera de ayudar a tu pequeño es decirle lo que puede hacer en lugar de lo que no puede hacer. En lugar de decirle: “¡No! ¡No juegues con el balón en casa!”, dile: “Salgamos para que puedas jugar con la pelota”. Si quiere comerse un helado antes de la cena, dile que puede escoger entre un trozo de queso o una manzana.

Escoge tus batallas. Si tu hijo no tiene sentido de la moda y quiere ponerse una camisa de camuflaje con unos pantalones de color naranja, ¿qué tiene de malo? A veces es más fácil pasarlo por alto. Lo mismo cuando pisa los charcos de camino a la casa, o bien guarda sus muñecos debajo de la cama en lugar de ponerlos en su lugar.

Distrae su atención. Evita situaciones que puedan desencadenar la rebeldía de tu hijo. ¿Por qué arriesgar llevarlo a un restaurante elegante cuando podrías llevarlo al parque a comer con tu hermana? No es muy realista esperar que se comporte en una tienda de ropa o que se siente tranquilamente durante una larga y aburrida reunión.

Si vas por el centro comercial y ves una tienda de juguetes que le gusta mucho, dirígelo rápidamente en otra dirección o distrae su atención. “¡Mira esa fuente! ¿Quieres echar una moneda y pedir un deseo?”

Sé realista con respecto a su edad y la etapa que atraviesa. Cuando pidas a tu hijo que haga la cama o barra el patio, asegúrate de que sabe hacerlo. Dedica tiempo a enseñarle nuevas tareas y hacedlas juntos hasta que aprenda a realizarlas. A veces, lo que te parece un acto de rebeldía es simplemente la incapacidad de realizar una tarea demasiado compleja.

Para finalizar, debes comprender que la percepción que tiene tu hijo del tiempo es muy diferente a la tuya. En lugar de esperar que pase tranquilamente de jugar en el jardín de infancia a sentarse en el coche, dale unos minutos de aviso para ayudarle a cambiar de marcha: “Daniel, nos vamos en cinco minutos, así que termina el juego, por favor”.

No hay garantía de que interrumpa su diversión sin quejarse. De hecho, seguramente lloriquee durante todo el camino a casa. Pero mientras seas perseverante, tu pequeño aprenderá a la larga que siendo desobediente no conseguirá lo que quiere.


Publicado en BabyCenter España; http://www.babycenter.es/

sábado, 10 de marzo de 2012

Algunas cosas que tiene el ser mamá; 2012, 9 marzo


Hoy estuve de cumpleaños. Nunca pensé que tener un hijo me valdría para recuperar la costumbre ya olvidada de apagar las velas del pastel de cumpleaños, y de apagarlas una y otra vez con ayuda de la niña (las encendemos para cantar la canción de cumple en los tres idiomas en que nos movemos). Por cierto, si no me ando con cuidado, no me deja ni una sola para apagar yo... Pero bueno, que mi tarta de cumpleaños se acabe convirtiendo en su tarta de cumpleaños, me lo ha compensado sobradamente al decirme: "Eres la mejor mami del mundo". No, por supuesto, no me lo creo, (sé que mi hija es una experta en camelar al personal), pero la verdad, me encanta que me lo diga de todas formas...

Otro aspecto positivo de tener una hija bastante autónoma ya, es que por las mañanas me despierta ella antes de que lo haga el despertador... Cuando he dormido bien, me encanta ser despertada por esa personita pequeña... Cuando no, (como esas noches en que nos despierta varias veces por motivos varios), no resulta tan agradable, pero sigo prefiriendo la personita pequeña al despertador...

sábado, 3 de marzo de 2012

3 años, 1 mes y 6 días: Primera pregunta sobre sexo; 2012, 2 marzo


Esta noche antes de acostarse, María escogió: “When I was born”, (Cuando nací), de Tate Publishing. El libro, escrito en 1º persona, recoge las palabras de un niño que cuenta cómo antes de nacer desconocía una serie de cosas que ha ido descubriendo poquito a poco. Su comienzo traducido es: “Cuando nací, no había visto nada; tan sólo la oscuridad de la barriguita de mi mamá”. Después de leer este inicio, nos pusimos a hablar sobre cómo de grande era María cuando nació. Yo le mostré cómo de grande era abriendo los brazos y María jugó a decir varios tamaños, que yo iba comentando. Primero escogió un tamaño de un metro aproximadamente, después uno más pequeño, hasta que indicó con dos dedos el tamaño de un guisante. Al indicarle yo de nuevo con los brazos qué tamaño tenía al nacer y al decirle que cuando tenía el tamaño tipo “guisante”,  estaba en la barriga de mamá, llegó la pregunta que sabía que llegaría algún día (pero que no pensé sería tan pronto): ¿Y cómo entré?. De nuevo, apliqué lo leído en algún artículo,  (respuestas sencillas para preguntas difíciles), no sin vacilar durante unos segundos: “una cosita pequeña de mamá se juntó con una cosita pequeña de papá” y empezó a crecer y a hacerse más grande… En mi fuero interno estaba deseando que no hubiese más preguntas, y afortunadamente, no las hubo: se dio por satisfecha y continuamos leyendo y comentando el libro…
Al  contarle la anécdota poco después a mi marido, éste rió y dijo: ¿ya?
Los dos estamos de acuerdo: Un poco pronto para empezar a hablar de sexo, ¿no?